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La Importancia de la Oración (5).

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7. Otra razón a favor de la oración constante, persistente, desvelada y triunfante es que la oración en el nombre de Jesucristo es la manera que el mismo ha designado para obtener la plenitud de gozo.

Afirma esto hermosa y sencillamente en Juan 16:24: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” “Lleno” es la idea expresada en algunas versiones. ¿Quién no desea que su gozo sea lleno,  hasta no poder caber más? Bien, la manera de obtener esta plenitud de gozo es por medio de la oración en el nombre de Jesús. Todos conocemos a personas cuyo gozo es cumplido, lleno, perfecto, puesto que en verdad, es desbordante, resplandece en sus ojos, derramándose en sus labios, corriendo de sus dedos al estrechar la mano de otro. El contacto con ellos es algo así como de una máquina eléctrica cargada de gozo. Personas de esa clase son las que pasan mucho tiempo en la oración.

¿Por qué trae esta plenitud de gozo la oración en el nombre de Cristo?  En parte porque obtenemos lo que pedimos pero ésta no es la única razón ni la mayor: Hace a Dios verdadero. Cuando pedimos algo definido a Dios y nos lo da, ¡cuán real nos viene a ser Dios! ¡Allí está! Es una bienaventuranza tener a un Dios que es verdadero, y no solamente una idea. Recuerdo como en cierta ocasión me enfermé repentina y gravemente en mi estudio. Me puse de rodillas y clamé a Dios por el socorro. Instantáneamente me dejó todo dolor. Estaba perfectamente bien. Me parecía como si Dios estuviera allí y que me hubiera tocado con con su mano. El gozo de la  era tan grande como el de encontrarme con Dios.

No hay gozo mas grande en la tierra o en el cielo, que el de la comunión con Dios, y la oración en el nombre de Jesús nos pone en comunión con él. Sin duda el salmista no hablaba de la bienaventuranza futura, sino también de la presente, cuando dijo: “En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias en tu diestra para siempre” (Salmo 16:11). ¡Oh! ¡Cuán indecible es el gozo de aquellos momentos cuando en nuestras oraciones estamos verdaderamente en la presencia de Dios! ¿Dice alguien: “Nunca he experimentado ese gozo en la oración?”.

¿Tomas tú suficiente tiempo para la oración para llegar verdaderamente a la presencia de Dios? ¿En realidad, te entregas a la oración durante el tiempo que dedicas este ejercicio?

Escogido del Libro: “Como Orar”, por R. A. Torrey

 


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